FESTIVAL SOLIDARIO POR DIANA FORONDA
¡Me están regalando Vida!
Esta frase expresada por Diana Foronda Rivas, artista y fundadora de Área 7, tras desobedecer (cómo todo rockero/a que se precie, ¿no?) al médico que trata su cáncer y haber cantado en el Festival que se hizo en solidaridad con ella, le pone no sólo título a este texto sino al significado que tiene nuestra escena musical. ¡TODOS/AS sumamos! Músicos, público, prensa, trabajadores del sector. Ese abrazo de las hermanas Foronda nos representa… ¡Nos regalamos vida, mutuamente!
Sábado 13 de setiembre, tras un almuerzo cumpleañero con familiares, llegué al “Festiva”, acudiendo al “Festival Solidario por Diana Foronda. No me sueltes”; sobre el escenario más amplio (lo llamaremos escenario 1), a cielo abierto, ya Rafo Raez & Los Paranoias estaban desarrollando su show, en el que presentaba novedades: un joven y diestro batero Dario Andrichy y la estupenda tecladista Gisela Perez Ruibal Fuentes se habían sumado a Rafo (guitarra y voz), Gonzalo (guitarra) y Eduardo Cisneros (bajo y coros). La banda se despachó con clásicas como “Dr. Merengue”; su set quedó corto para disfrutar su amalgama sonora como quinteto. Aunque no nos van a hacer esperar mucho para volver a apreciarla, ya que el sábado 20 de setiembre en el Teatro Municipal de Surco festejaran sus 25 años de trayectoria.
Paralelamente, en el salón cerrado del “Festiva” (lo llamaremos escenario 2), ya el solista No Recomendable, sin acompañantes, trataba de conectar con el público. Algunos de sus fieles seguidores cantaban sus canciones, unas tras otra. Mientras en el escenario 1, Adri Vainilla, acompañada de una tecladista, de arranque trató de encender la, tradicionalmente, distante audiencia limeña; la comunicadora y columnista de Playboy Latinoamérica, evocó sus primeros años como vocalista de Pestaña, grupo de electro-pop, techno y gabber, que compartió con el loquillo Leo Bacteria.
En el escenario 2, Autobus con tres guitarras, tecladista y chica percusionista fue de menos a más, con “Un pendiente”, que cuenta con colaboración de la banda chilena We Are The Grand. Cuando ya había interesado al público, tenían que despedirse. Y es que, dada la cantidad de bandas, cada una, sobre todo en el escenario 2, disponía de poco tiempo para conectar con un público que no, necesariamente, la conocía, aunque si parecía dispuesto a hacerlo.
Inconveniente que no tuvo (no tiene, para ser más precisos) Daniel F, a quien todo el mundo conoce; lo que se ha ganado a pulso sobre escenarios de todo calibre, a lo largo de más de 40 años de trayectoria. Solo o con banda, el público lo recibe feliz y con atención. Daniel, de entrada, dijo que a su banda le faltaba el baterista. Y como si no lo necesitara, se mandó solo con “El hombre que no podía dejar de masturbarse” y “El oso” (el inmortal himno de Moris). Luego dirigió unas palabras al público, lo cual me hizo ser testigo, una vez más, de la tremenda comunicación que entabla con su ocasional audiencia, evidenciado esto por el hecho de que los asistentes responden, como si estuvieran dialogando, por separado, con él. El repertorio estuvo lleno de clásicas: “Dunas de sal”, “El asesino de la ilusión” y “Al colegio no voy más” y contó con bateristas improvisados, a lo que Daniel definió como “Noche de aficionados”.
Lo de Chimango Lares, violinista, compositor y difusor, que ha desarrollado su carrera artística en la música andina, sector en el que lo apodaron “el Primer Violín del Perú”, fue una SORPRESA, así con mayúsculas. Sobre el escenario con su destreza habitual se acompañaba de un arpista, ¡un bajista y un baterista!, dos voces femeninas impresionantes, una niña y un niño danzantes. Escuchar fusión con rock, pero, fusión que proviene de la música andina, no es algo frecuente, y más tocada por una agrupación destacada que dejó sorprendido a más de un asistente, incluyéndome, obviamente, a mí.
La emoción no daba tregua… salí del escenario 2 y me encontré con Área 7 ya en el escenario 1; quizá los numerosos/as músicos/as sobre el escenario, contando banda, capitaneada por Fátima Foronda, e invitados (como el cantante de Diábolo o el guitarrista de Epilepsia), nos hacían sentir más la ausencia de Diana. La madre de hermanas gemelas, hacía lo posible por grabar el show con su celular, pues estaba conmovida, secándose los ojos empañados. De repente, Diana apareció en el escenario dándose el abrazo más emotivo de la noche con su hermana Fátima y ambas acometieron con “Sintiendo”, tras ello, y antes, de la segunda canción que cantó Diana con la invitada Claudia Maurtua (vocalista y guitarrista de Ni Voz ni Voto), el tema “Magnitud”, tomó el micrófono, con lágrimas en los ojos, para agradecer a las bandas, al público y a la organización. Ello se ha multiplicado en diversos videos que circulan en las redes, compartiré lo que expresó, días antes, en su Facebook: “No existe dimensión adecuada para medir la alegría y el agradecimiento que siento por los artistas del cartel y por todos... Gracias por su tiempo, por apoyarme, por no soltarme y por ayudarme en esta lucha que no da tregua. Gracias por los mensajes, por compartirme sus historias de lucha, por ser tan honestos. NO LES VOY A FALLAR”. Y sí, no nos falló, el sábado en el escenario dejó todo (demostrando que “dejar todo” no solo es una frase motivadora), como, también, nos lo había demostrado, casi 15 años atrás, gestando con su hermana “Girls of Rock” y como lo ha demostrado con 25 años de trayectoria con una banda de chicas, en un país donde el machismo sigue siendo un lastre.
Fue un final sin final. De regreso al escenario chico me encontré con la potencia de Kuraka, la otra banda del G3 Gonzalo Farfán, un quinteto bien ensamblado. Fue la propuesta que sonó más potente en ese escenario, y, ojo, a pesar, que, como todas las bandas, no tuvieron chance de probar sonido. Entendible, por la cantidad de bandas, ¡unas 30!, que se sumaron solidariamente al Fest, que solo tuvo una fecha para realizarse.
En el escenario grande se fue desplegando la banda de Miki González, cuyo día de nacimiento el vocalista Wicho propuso que sea el día del rock nacional, lo cual es una fina ironía dado que Miki nació en España; su repertorio fue de clásicas de la mayoría de sus álbumes. González ha tenido la particularidad, a lo largo de su trayectoria, de acompañarse de destacados músicos al punto que su banda bien puede ser considerada una “súper banda”, esta vez no fue la excepción, sumando al acompañamiento de los hermanos Ballumbrosio y Eduardo Freire (bajo), la notoria presencia del master Carlos Espinoza (Saxo y armónica) y la fugaz colaboración de Fátima Foronda, su pareja, en guitarra.
Salir de un espacio donde el público cantaba y bailaba a uno, el escenario 1, a otro, donde el que hacía todo eso, sin interesarle los tres gatos, que inicialmente, lo chequeaban (conmigo, sumaron cuatro), era Mandy, de Mutante, uno de los showman más potentes de la escena, al punto que logró meterse al bolsillo al creciente público que ingresaba a chequearlo, y más, a desatar el pogo y hacer que una pandilla de fieles lo abrazara, cantara y pogueara con él, ¡qué devoción!
El festival a estas alturas era fraterno, amigos reencontrándose, abrazándose, emoción al tope, hablé brevemente con la madre de las Foronda, la emoción no cabía en su humanidad, la estreché con el corazón; sus hijas, hechas unas fans, desde los ventanales del segundo piso alzaban los brazos, vibrando con Ni Voz Ni Voto; su vocalista, Claudia Maurtua, una de las voces femeninas más destacadas de nuestro rock, es ídola para ellas. Poco después, nuevamente Diana se asomaba desde el segundo piso, esta vez, del escenario 2, para vibrar por el cuarteto de chicas, Strogena, que cerraron su set cantándole el cumpleaños a su guitarrista Katia Villavicencio. Lo dicho, el Fest ya era familiar, una amplia familia, la familia rocanrolera de este bendito país.
Aunque, no todos estaban para sostener un clima cálido, Epilepsia, desde el gran escenario, desató su furibundo metal con canciones como “Comando de aniquilamiento”. Sin saber, buscando otra sonoridad, regresé al auditorio chico para encontrar a una banda armoniosa, que cantaba en inglés, era Sixxxteen, invitada de Ecuador. Ahí caí en la cuenta que el Fest era internacional. No sabía de que banda se trataba, me acerqué a una chica a preguntarle ello, estaba muy emocionada, me respondió que no la conocía pero que estaba buena, luego, me preguntó si había visto a Ni Voz Ni Voto, le contesté que sí y me dio un inesperado abrazo, diciéndome: “He venido de Huaraz para ver sobre todo a esa banda, ¡por fin!”. Al despegarse vi lagrimas en sus ojos. Llegó un amigo suyo y se la llevó. Me dejó emocionado, no sólo por el hecho de ser abrazado por una simpática chica, sino, sobre todo, por constatar, una vez más, que pese a la falta de atención de medios “masivos”, en el Perú se ha venido escuchando y conociendo a sus bandas de rock, a lo largo del tiempo (Ni Voz Ni Voto atronando escenarios por tantos años ya, merece el cariño de una fan que ni saben que existe, ¿cuántos fans tendrán así en el país?), se las quiere, y esa es obra de Diana y de quienes persisten sobre escenarios, ¡25, 30, 35, 40, 50 años! El rock ya es una tradición en Perú.
De regreso al escenario 1, no me moví más de ese por la contundencia de dos shows que se sucedieron. D’mente Común, que con toda justicia debemos considerarlo como un “Power trío” fue, sin duda, la banda del Fest. ¡Que contundencia de cada miembro con su instrumento! 30 años sobre escenarios no pasaron en vano. Seamos justos, considerémosla ya como una banda representativa de nuestra escena. Aunque, valgan, verdades, el excelente álbum “Metamorfosis”, editado como 20 años atrás ya les había dado las mejores credenciales. El cierre, tras clásicas, vino con un temón que desconocía: “El final” y … un final espectacular: el batero Jeremy dejó su instrumento al guitarrista Daniel, él pasó su guitarra a Oliver, el bajista, y se mandaron un hardcore, que, así improvisado, sonó mejor que los temas de varias bandas de HC Punk. Y es que estos primos… ¡tocan de verdad!
Para mí, el fin del Fest fue Vaselina, con Freddy Oswaldo Diaz Aguilar, más conocido como el tío Freddy a la cabeza, con sus 80 años de rocanrol a cuestas clamando, como en Nepal, que “… el Congreso”. Ponle tú la palabra que le falta, no quiero ser una cifra más que aboné a la eternidad incendiaria de la otra vida para una presidenta insensible. Los acompañantes del tío tienen la pinta de una banda de malandrines de barrio, lo que le hace atractiva y efectiva como su rockabilly, con letras que no pasan desapercibidas, y su homenaje a Saicos.
Los conciertos solidarios como los que se han realizado por Andrés Dulude (Frágil) y este festival, en dos escenarios, demuestran que, el rock, cambia la actitud indiferente, desapasionada, apática (cuando se trata de un divo decadente) del público de Lima (¿o de un sector de ésta?). Y más cuando se trata de ser solidarios con una buena causa, de celebrar la vida con lo que amamos, de olvidarse del desempleo, del hambre, del dolor corporal, de la cruz que nos toca cargar, y disfrutar de unas horas con NUESTRAS bandas.
“Muchas gracias por tanto apoyo, muy agradecida por el cariño hacía mi hija Diana y el tremendo trabajo de producción de su hermana Fátima Foronda y de Carlos Marroquín y Área 7. Bendiciones para todos” estas palabras de la madre de las chicas Foronda, Diana Rosario Rivas Elías, podría poner el punto final a este texto de cobertura, pero, no, permíteme un final personal.
Despierto desde la madrugada previa, tras cantar con Vaselina, mi decaído físico no daba para más, decidí irme y me dije buscaré para despedirme del amigo fotógrafo, con el que hice la cobertura. Miraba para un lado y para otro, diciendo: “¿dónde estará Daniel? Chesss, no, Renato”. Y es que, a ese Fest, he tenido el honor de que me acompañé Renato Pajuelo, hijo de… Daniel Pajuelo, el recordado e histórico fotógrafo, compañero de jornadas ciudadanas. Ya camino a casa, me preguntaba porque los confundí para terminar reparando que amanecía el mismo día que Daniel, afectado por un cáncer, había partido, 25 años atrás. Y ES QUE NUNCA SE FUE. Desde donde esté sonreirá feliz, que lo que no pudimos hacer, cubrir juntos un festival para un mismo medio, lo he hecho con un destacado fotógrafo que resulta que es … ¡su hijo!
A la memoria de Daniel Pajuelo
Texto: Wili Jiménez Torres
Fotografías: Renato Pajuela Zorrilla
Excepto la Foto 10, Archivo de la Familia Pajuelo (Daniel Pajuelo y sus hijos Daniel y Renato)