Rafo Raez & Los Paranoias (camineritos y caminerones)
Ha transcurrido un cuarto de siglo de la creación de Rafo Ráez & Los Paranoias; el tándem Ráez (voz y guitarra) y Eduardo Cisneros (bajo y coros) ha sostenido a la banda en un siglo en que el mundo ha ido cambiando a un ritmo más vertiginoso que en siglos anteriores. El sábado pasado lo celebraron, acompañados, con un concierto en uno de los teatros más hermosos de Lima.
Rafo y Eduardo, tándem creativo y humano
Rafo Raez es, por consenso (lo que no es fácil de conseguir en nuestro país), uno de los músicos contemporáneos representativos del país, y uno de los más queridos. No menos consideración merece Eduardo Cisneros, que se lo ha ganado a pulso desde los años 80 cuando empezó en la banda Temporal. Transcurridas dos décadas de actividad, la banda se ha revitalizado con savia nueva aportada por el guitarrista Gonzalo Cisneros (hijo de Eduardo) y el baterista Darío Andrich (alternando labor con el experimentado Hugo Ortiz, cuando él no puede atender el asunto por tener otro compromiso musical) y la experiencia de la destacada pianista Gisela Pérez Ruibal, quien fuera esposa de Mino Mele, recordado productor y ex batero de Rafo solista.
El querido Rafo dando la bienvenida
Rafo Raez es uno de los más versátiles músicos peruanos, lo que le ha servido para incluir sus composiciones en proyectos de diversas expresiones artísticas, cuando no ha creado directamente para un proyecto específico, de lo cual hay discos, registros atemporales. Como solista y, cómo no, con Rafo Raez & Los Paranoias ha sentado y ha hecho respetar su posición sobre el escenario y fuera de éste. Así las cosas, la celebración sabatina no fue una excepción, el cartel para mí fue sorpresivo, dos bandas punks (Héroe Inocente y Morbo), Dafne Castañeda, una solista electrónica experimental, y Luis Carlos Burneo, el popular Henry Spencer, precursor youtuber en nuestro medio, como “animador”. También el horario, podríamos considerarlo inusual o simplemente determinado por las dinámicas de un teatro, donde, a diferencia de un pub, todo acaba antes de medianoche. Dado que, digamos, no estoy acostumbrado a horarios teatrales… ¡llegué tarde! Me perdí a Morbo y a Héroe Inocente. Mi partner, el fotógrafo Renato Pajuelo, llegó cuando H.I. tocaba su última canción y nos dejó el momento registrado.
Mario Castañeda, vocalista de Héroe Inocente, Frontman apreciado
Mi primera impresión al ingresar al Teatro Municipal de Surco (en el Parque de la Amistad, Surco) fue favorable, buenas instalaciones, la iluminación y el sonido (después me enteré que en los controles estuvo el, también, músico histórico, Andrés Dulude, de Frágil) acordes con la festividad.
Sobre el escenario, Dafne Castañeda, acompañada por Daniel Quiñones, a la laptop, desarrollaba su show. En el 2020, en Rock Achorao’, la habíamos descubierto, gratamente, con su buen opus: “Posguerra”. Su propuesta sonora-audiovisual y su puesta en escena están en búsqueda constante de una identidad propia. Particular. Como, así lo ha hecho Ráez, a quien agradeció por la oportunidad de participar en el concierto. Contó que él le escribió años atrás, cuando editó un EP, para tomar contacto. No todos los músicos de trayectoria hacen eso, ensimismados en su propio transcurrir; no olvidemos que Rafo también ha difundido a nuestras bandas a través de un programa en una pequeña radio, hecho que, probablemente, desconocías. Y también lo ha hecho en emisiones de Video Podcasts, en este año, que, quizá, también desconocías.
Dafne Castañeda dándolo todo
Antes de que el, ahora, quinteto Rafo Raez & Los Paranoias, apareciera en el escenario, un frenético flashback ocurrió en mi mente, momentos en que estuve muy presente: El debut de Rafo con Se Busca en el Teatro La Cabaña; conversas nocturnas que tuve con él en cafeterías de nuestra alma mater (la UNMSM); la grabación de un demo, en mi casa con una guitarra Falcón, que mi viejo compró al histórico luthier, para que los guitarristas que visitaran el hogar no tuvieran que cargar con sus instrumentos; las tocadas de Rafo y banda en antros malolientes; RR & Los Paranoias en espacios, más (ejem) presentables; las conversas por WhatsApp con Rafo sobre cualquier tema a cualquier hora; los esfuerzos de Eduardo, en todo sentido, por llevar adelante a la banda; verme borracho tras el abandono de una chica a la que le había dedicado una pieza de Rafo: “Ella no tiene un proyecto”… Mino rompiéndola en un escenario. Pensé que me iba a morir esa noche, dado, que, afirman que momentos significativos de tu vida pasan raudamente, en tu mente, antes de irte a las estrellas…
https://www.youtube.com/watch?v=Ie7JD6ivLjQ&list=RDIe7JD6ivLjQ&start_radio=1
Tras la visión de Milo, las notas en el piano de su ex esposa, me regresaron a ese presente, había empezado el concierto paranoico con “Rocinante en el Hipódromo”, bello poema del inolvidable poeta José Watanabe, musicalizado por la banda. En una línea dice: “Sólo en el sueño tenemos chance, Rocinante”. Y sí, tras el momento de mis pasados momentos, cual sueño donde tenía la chance de sentirme bien, había aterrizado al teatro de la vida. A su representación.
Siguió “Artificial de Noche”. Mierda … no sé porque esa canción me hace llorar. Mentira… Lo sé, pero no confesaré. En cambio, compartiré otra confesión: “Hace como 15 años me encontré con Rafo Raez en la 10 (moradita), de Miraflores para Barranco, el Gran Rafo me dijo que se dirigía al Banco de la Plaza Butters, así a capella cantamos está canción (solo el coro), me firmó un dibujo en un cuaderno y se bajó. Siempre le cuento esa buena historia a mis hijos. Grande Rafo!!!”. Es el comentario que dejó un tal @francoiscobena8279 tras visualizar un audiovisual de la canción, en Youtube. Y sí, yo también hago de la experiencia en la música algo muy personal, quizá, esta no es una crónica de la cobertura de un concierto, al uso.
Continuaron con “La casa de la Mariposa”. Otro poemón de Watanabe. Otra pieza musicalizada de Ráez para su álbum “Pez de fango” (2005), en que homenajea al poeta que exhibía una profunda conexión entre la naturaleza y el cuerpo humano. Me recordó a mi amiga Lizy, a quien acompañé a visitar a un árbol, que abrazó efusivamente.
Rafo abrió la puerta a “Blas”, una de esas canciones que ha hecho casi para su propio deleite personal. Casi podría decir lo mismo de “Piel de Miel”, aunque claro, ambas tienen sus fans; a esta canción, de la cual me gusta … su título, la potenció los coros de Gisela, aporte que podría ampliarse a otras canciones e incluso servir para la interpretación a dos voces con Ráez.
Tras esa pequeña secuencia personalísima, al punto que desafinó la guitarra, Rafo empezó a afinar la suya, como pensó que se iba a demorar apeló a su ingenio, tan celebrado, diciendo: “El récord de afinación de una guitarra en vivo lo tiene Bob Dylan, que en un concierto se la pasó 20 minutos afinando la suya”, bueno, él no demoró más de dos, aunque nadie se hubiera quejado si hubiera demorado más, pues creo que nadie la pasa solo en un concierto de Ráez y la compañía, en esos momentos, de quien sea, hace comprender que no asistes a una ceremonia particular sino colectiva, comentas, sonríes, incluso ríes (y ya sabes, lo que significa para Rafito eso ¿no? Que le compuso una canción).
Rafo, maestro de ceremonia colectiva
“Chica canela” se hizo presente. Y claro, muchos se alegraron, excepto yo. No me gusta esa canción. No sé por qué. Quizá, porque no recuerdo gratamente a ninguna chica ... canela. Una pena.
“Los Andes” fue una total sorpresa, gratísima, para mí. Se conoce que Rafo Ráez Luna elige a los músicos que compartirán banda con él, con un particular criterio, no solo cuenta que toquen bien, sino que puedan interpretar con su instrumento lo que corre por su creativa y compleja mente. Esta canción, ¡chicha! O más precisamente fusionada con ese lenguaje musical popular puso a prueba a la formación actual de la banda, que salió airosa. Sobre todo, los Cisneros: Gonzalo y Eduardo, respectivamente, sonidos siderales de uno y golpe a tierra, del otro. “Los Andes” es una composición de su madre, María Estela Luna López, que fue actriz, pedagoga teatral y una de las primeras dramaturgas en el Perú que abordó temas sobre el feminismo; todas las composiciones que ha hecho de su progenitora son bellas, ésta también lo es.
¡Tremendo bandón!
Y como seguir evocando a la madre, maestra de teatro, para la siguiente canción en esta conmemorativa fecha, Rafo pensó en una teatralización. Sobre el escenario anunció un “Obsequio”, presentado como un “pedido de Paul para Carla”, mientras un actor, Braulio Pérez, salía a escena, desplegando un extenso papel. Se trataba de la musicalización, y escenificación, de un poema de “Cinco metros de poemas” de Carlos Oquendo de Amat, escrito hace un siglo. No dudo que esta pieza le hubiera gustado al vanguardista puneño. Como le gustó, Youtube mediante, a @tankediatriba, que hace 6 años, comentó tras chequear el video de esa canción que se la cantaba a su hija “desde que estaba en la barriga de su mamá”. Quizá esa niña se convierta en poeta y Oquendo de Amat comprenda, en la dimensión que habita, que su legado fue tomado de la mejor manera, dándole continuidad.
El autor Braulio Pérez no se enredó con el papel, ni con su papel
“Siento mío el mal, / siento que hago daño a todo / lo que veo bien /
Vergüenza de existir / Mi ser y su errar / Ser un errante sería mi felicidad”, sí, “Vergüenza de Existir” debe ser una de las canciones más duras de Ráez, digna integrante de ese álbum dark que fue “Muéranse”, con la que cerraba el siglo pasado. Esta pieza que Rafo define como triste… pero a la vez, esperanzadora, se ha convertido, este año, en la canción de la película “A media calle”, lo que ya habla del vuelo que debe tener ese largo que espero no espere un largo tiempo para ingresar a cartelera.
Rafo es una singularidad, no hay un Rafo en España, como no hay un Bunbury en Perú, como hay Gianmarcos en cualquier país. Del reggae al rock, de la música andina a nuestra criolla, una gran cantidad de géneros y sub-géneros musicales lo han influenciado y los ha practicado. Hay quienes dicen que la melodía de la voz en “Liberarse” es prácticamente igual a la de “La concheperla”, marinera clásica. Rafo se refirió a ella yéndose en el tiempo hasta a los mochicas, mientras, oportuna, Gisela deslizaba en el piano una versión instrumental de esa bella pieza tradicional, con tal maestría que me hubiera gustado escucharla completa.
Maestra Gisela
“Liberarse” es un himno del rock del Perú. ¿Cuántas veces no he cantado esta canción, borracho o no? Ebrio, una vez, soñé a Vallejo, moviendo la cabeza en la parte guitarrera del tema. Volví a imaginar ello mientras la escuchaba, soberbiamente, tocada en el concierto. Me dije: ¡Qué bandón!! ¡Qué manera de interpretarla, Rafito! “Toda la vida es Liberarse...Toda la vida canta cuando al fin se ve...”. Mierda, me dije, tras el rollo previo y la interpretación de esta joya, el concierto ha devenido en una clase de historia de nuestras músicas. La continuidad de nuestra música no está en un museo sino en la práctica y en la relectura que le podamos dar. Y como de lectura y poemas estamos hablando, diré que, ya que “Liberarse” nos hizo evocar a César Vallejo, nuevamente el actor salió a escena y leyó al poeta peruano más universal. Y claro, luego, la banda se soltó una versión, casi tan redonda como lo hicieron con el tema que le precedió, de “Vallejo Blues”. En la audiencia, más de dos chicas la cantaban y bailaban.
Chicas siempre poniéndole la emoción
Ya casi, habiendo transcurrido la mitad de la presentación de RR & LP, ésta había agarrado vuelo, siguió otra de esas antiguas canciones que al conocerla comprendimos que teníamos a un compositor que era un punto y a parte en la escena musical… “Abel” y Lima se ponía grunge. Instrumentalmente, esta vez, sonó del carajo, sobre todo en el cruce de guitarras con el fondo de un piano exquisito.
Tras “Si pudiéramos vivir” (yo la llamo “Y que el arte, te harte”, aunque la canción es la que me ha hartado) vino un “anti-himno”, digamos, una canción que siempre es esperada por la audiencia, quizá porque a muchos nos representa, es casi, un parte del día, de cada día de sobrevivencia en nuestro querido y complejo Perú, “Todo es precario” (¡CSM!). Luego, Rafo preguntó a Eduardo si quería decir algo sobre los 25 años juntos en la aventura paranoica, el bajista solo dijo “Amén”. Un hombre más de acción que de palabras. Una encarnación del bajo, que es la base, que más que lucirse sostiene el andamiaje grupal.
Eduardo Cisneros de Temporal a Paranoias
Mi adolescencia pasaba ante mis ojos con “La Inocencia Primaria del Diablo” que si no fuera por las guitarras tan contundentes que les imprimieron hubiera imaginado que las luces del escenario serían la de una discoteca perdida en el tiempo allá en el norte chico.
Rafo invocó a la “Unidad”, nada solidario aproveché el momento para ir al baño, intuyendo que tenía que descargar pues venía lo mejor, no me equivoqué, las clásicas: “Dr. Merengue”, “Pelícano” (esa canción que parece himno de Lima Limón), “Tronador” y “Los Viejos verdes” sonaron contundentes. Sería el pico más alto del show. Los noventa se habían instalado en el auditorio, la gente cantaba haciéndole un guiño al pasado, en lo más alto del teatro unas chicas bailaban. “Tronador” es un himno personal. Al inicio dice “Él quería ser pintor, se metía en el color / No rankeaba la emoción”. Cuando empecé a escribir me metía en el manejo de lenguaje, pero no rankeaba la emoción. Un maestro me lo hizo notar (“no quiero una radiografía de tu pellejo, ¡muéstrame tu interior!) y desde ahí prioricé la emoción, así que me importa un carajo si no soy un buen profesional de las comunicaciones.
Para el tema “Al Amor se ha dicho” Rafo invitó al escenario al primo de mi sobrina, es decir a “Henry Spencer”. Quizá muchos no saben que tenía una banda llamada Antisocial y colaboró guitarreando en Insumisión, el alucinante acto de Leo Bacteria. Y seguramente casi nadie sabe que tiene un lejano familiar, el tío de la pariente aludida, que es el único músico argentino que ha tocado con Cerati y el Indio Solari.
Del material que quedó como final, las más esperadas por el público parece que fueron esos otros dos himnos Raez: “El hombre que quería ser un árbol” y “Los regalos del viento”, ésta última, composición, también, de Estela Luna. Entre una y otra, la gente solicitaba a gritos las canciones que estaba dejando de lado como “Nada como una risa tuya” o “Cuanto de mi es solo tu voz encarnada en mi”. Solo se escuchó una voz pidiendo “El ciruelo”, era la mía. ¿Nadie más se acuerda de esa gema extraña?
El cierre fue con una de sus canciones favoritas, cuya función, creo, parecer ser que fue hecha para el reviente, me refiero a “Dos canciones por el precio de una”, para lo cual Rafo invitó a subir al escenario a los invitados que lo habían acompañado esa noche que ya empezaba a ser inolvidable.
Todo es tan precario y también tan fugaz. El mismo final. Posters y discos autografiados para los más fans. Tras saludos y rápidas fotografías salí disparado para coger el último bus (pues no tenía para el taxi hasta mi lejano bunker) y, para a solas, recordar esas canciones que no incluye en sus conciertos y que están entre mis favoritas de la trayectoria de una banda que es historia viva de un género que hemos convertido en tradición, fusionándolo, alterándolo a nuestra manera, el bienaventurado ROCK. A la mierda, cierro dedicándome una de ellas pues estos 25 años también son míos.
Soy “El Ciruelo”
Texto: Wili Jiménez Torres
Fotografías: Renato Pajuelo Zorrilla